sábado, 18 de octubre de 2014

Memorias de un lector #1

Me contaba mamá cuando era pequeño que ella sí creía que existieran cosas malas en el mundo. 
Como esa señora que se peleó por un queso en la tienda, me dijo. 
Malo es porque no es correcto. Y lo que está bien está mal. 
Pero mejor no, NO pienses en cosas que nunca has visto. Esas déjaselas a los libros
Y mírenme aquí ahora. Yo, el curioso. 
Que no se conformó con ver a una señora peleándose por un queso. Quise saber por qué, y luego el después, pero dejó enseguida de ser interesante. 
Una vez, también, le hablé a mamá de las brujas y ella me dijo que no existían, pero que tal vez sí. Y que tal vez ellas sabían cada vez que se hablaba de ellas en voz alta y tenían un límite para las calumnias. Contaban las veces muy cuidadosamente y si rebasabas ese límite seguro te encontrarías una. 
Así que comencé a leer en mi mente. Ya saben, sin voz. Porque las brujas, como las pinta Dahl, son cosa peligrosa, y eran las únicas que conocía entonces. 
Me volví lector para enterarme de cosas que los demás no me querían contar de viva voz, y me enteré de mucho, siempre de esta manera. Me daban pesadillas por tanto que no entendía, y hasta creo que una vez vi una bruja, una noche antes de darme un baño. 
Era fuego volando en el cielo, lento y preciso. De verdad. No lo soñé. 
Y, por favor, no anden deseando ver una. Al menos no como la que yo vi, si es que era eso, porque tuve pesadillas raras y directas durante algún tiempo. De esas que se recuerdan cortas pero duraron toda la noche. 
Sigo siendo lector porque he reído más de lo que he temblado. Leo porque las imágenes directas me hacen polvo, esas sí que me dan miedo. 
Cada quien su miedo, pienso siempre, casa quien sus gustos y sus pesadillas
No me gusta ir a saltar al cine porque hasta podría darme hipo. Así soy de contrario, y los libros tienen la culpa. 
Conozco cosas que ellos no, que creerán haber visto tres años después en el cine. Así es el mundo. 
Están los flojos comunes y los flojos que leen. Nada más. Ustedes ya aben quiénes somos nosotros. 
Le hablaba el otro día de las brujas a mi clase de inglés, todos atentos y confusos quedaron; todavía no domino el idioma. Pero me conformé con saber que quisieron saber cuál de las dos mujeres en el dibujo era la bruja. La rubia o la morena, ambas igual de posibles. Creo que nunca supieron cuál, y si lo hicieron fue de casualidad. 
Pero las causalidades no son triunfos. Crees saber algo hasta que lo sabes de verdad. 
Y supongo que no puedo comenzar a hablar de algo sin terminar hablando de otra cosa. Estas memorias eran generales y las brujas dominaron. 
Si alguna relación puede tener todo lo que dije con lo que sabemos, podría ser cualquier cosa. Si algo hay que ver allá afuera, al menos sabemos cómo se pronuncia. 
Y quién sabe, tal vez la señora del queso me vio el otro día volando en el cielo. 
Esta entrada de memorias fue publicada por primera vez en el número 19 
de la revista online Réquiem de Libros (Octubre 2012).

¡Hasta la próxima!

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